Hoy hablaré sobre Candy, un drama romántico australiano del año 2006, dirigido por Neil Armfiel, y protagonizado por el fallecido Heath Ledger y Abbie Cornish.
La historia trata sobre una pareja de drogadictos y está vista desde el punto de Dan, un escritor sin publicar que no le trabaja un día a nadie e involucra a su pareja, Candy, una joven pintora, en el consumo de drogas. ¿Cómo puede ser tan canalla? Pues no, no lo es. Como él mismo explica, ambos estaban muy enamorados y deseaban compartirlo TODO, así que, cuando bastante más avanzada la película dice "yo no te puse una pistola en la cabeza" no miente. El problema es que Dan es extremadamente sumiso, y Candy una mujer más decida, sin llegar a ser de armas tomar. Una mujer que se comienza a prostituir con tal de que no faltaran los vicios, mientras que Dan simplemente observa, recibe las ganacias, no exige nada, espera, y continúa mirando cómo su amada se va deteriorando. Hasta que ella le anuncia que van a ser padres. Allí él decide cambiar. Busca trabajo y se esfuerza por satisfacerla. Pero ya es tarde para Candy.
La película dura una hora cuarenta minutos, aproximadamente. Y, como muchas otras, trata sobre uno de los temas más relevantes del último tiempo: la falta de comunicación. Candy y Dan, siempre intentando satisfacerse mutuamente, siempre intentando no estorbarse, siempre buscando la felicidad de la pareja. Dan, incapaz de decirle que pare, temeroso de su reacción, de que todo pueda terminar; Candy, protestando con su expresión amargada, pero incapaz de gritar "basta"; la familia de ella, siempre expectante, enjuiciándolos con la mirada, tragándose las palabras que desean expresar; y Casper, al que veían como un padre, el hombre que les daba dinero y drogas sin detenerlos. Es llamativo cómo los cambios se producen cuando los personajes entablan diálogos, presentando su postura, momento muy bien logrado en el final.
Personalmente me ha gustado, las actuaciones son creíbles y esto produce las emociones que se quieren lograr. Se pasa rápido, a pesar de que la primera parte podría haber sido un tanto más dinámica. Es algo obvia en su propósito, eso sí, pero vale la pena verla.
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